El movimiento de izquierdas vive sus horas más preocupantes, azuzados por la herencia de la Doctrina Gandhi se sienten tan abrumados por las ramificaciones de la nueva doctrina que deben seguir, que son incapaces de saltar obstáculos frente a las contradicciones que la Doctrina Gandhi impone a cualquier revolucionario.
Contradicciones que afectan no solo al uso de la revuelta popular, sino a consideraciones de carácter ideológico, llegando incluso a renegar de ser llamados de «izquierdas». Son alarmantes los sucesos de individu@s que deben acogerse a la Doctrina Gandhi de pacifismo absoluto ante todo, lo que lleva a personas de la misma ideología a enfrentarse las unas a las otras sin ninguna consideración derivada de esta Doctrina que ha debilitado, más aún si cabe, el movimiento.
De ahí se destaca, verbigracia, que mujeres feministas de izquierdas defiendan movimientos de carácter fanático religioso como el islam por motivos de la Doctrina Gandhi o que miembros del partido comunista piensen que son menos comunistas si usan medios tecnológicos, o peor aún que un anarquista revolucionario crea que la mejor salida es abandonar la propaganda por el hecho y lanzarse al activismo político atacando a todos y todas en todo momento, porque nada le satisface en su mundo multicolor de neo-hippismo anarquista.
O en el caso reciente de que much@s miembros de la Izquierda se sientan atrapados entre el filo y la pared al mentar las movilizaciones populares o el acatamiento estricto de la normalidad dentro de la estafa democrática.
La Doctrina Gandhi es muy sencilla y la describiré tranquilamente. La Doctrina Gandhi define para mí la corriente nacida de un prejuicio moral, que ha gobernado los movimientos de izquierdas desde los años sesenta y que lo ha llevado a una clara zozobra.
La Doctrina Gandhi: Sostiene que la Izquierda se encuentra en un estadío de superioridad moral si adopta una posición cristiana ante la confrontación contra el totalitarismo de derechas, esto se puede resumir fácil. Si algún personaje de la derecha reaccionaria se enfrenta a alguien de izquierdas violentamente mediante el uso de instituciones, de su poder, de su bien activo o de sus puños, la única defensa que tendrá la izquierda será el diálogo y poner la otra mejilla, en la creencia de que al no combatir la violencia con la violencia vive en una especie de superioridad moral. Es algo que l@s cristian@s han instaurado, y claro, eso afecta a la cristianización de la Izquierda; y hablando del caso concreto del nombre, Gandhi, el reflejo donde se miran much@s sostiene una postura que posiblemente sea el resultado de una herencia inglesa del cristiano mártir.
Esta Doctrina también sostiene un apartado multicultural adquirido por los movimientos sociales en los EEUU de los años sesenta; adoptar todo tipo de culturas en la creencia de que se enriquece necesariamente todos los aspectos de nuestra vida.
Esto que parecen pilares fundamentales de la Izquierda, nunca lo han sido, ni lo fueron durante la Revolución Francesa, ni durante el siglo XIX, porque la Izquierda, tanto en sus vertientes anarquistas como comunistas, como en todo tipo de movimiento revolucionario previo lo que buscaba no era la asimilación de culturas, sino la creación de una nueva cultura universal. El carácter multicultural nunca existió en ningún movimiento de izquierdas previo a Gandhi y a los hippies de los EEUU. Y no existió porque la multiculturalidad choca abruptamente con el ideario de revolución de la Izquierda.
Partimos de que toda cultura existente en la actualidad se basa en un sistema fundado en la desigualdad, en mayor o menor grado, por ende, la Izquierda debe respetar las culturas ya existentes, pero jamás aceptarlas, porque ello solo conlleva a asumir como necesaria esa desigualdad, que forma parte consustancial a las culturas ya conocidas. La Izquierda no debe cimentarse en una especie de miscelánea de culturas discriminatorias, porque el afán que tuvo la Izquierda desde que surgió fue la creación de una nueva cultura o un nuevo mundo más ecuánime.
Sin embargo, la Doctrina Gandhi ha pegado tan fuerte en la Izquierda que ha provocado una fragilidad que no existía y nos encontramos con personas dentro de la Izquierda que no paran de azuzar a los caballos de Apolo para que la Izquierda no vea el sol, sino que dude de sí misma, de su carácter necesariamente destructivo. La Izquierda no nace para aguantar los cimientos de la vieja cultura y del viejo mundo, la Izquierda nace para destruirlo, o al menos para cambiarlos, y no hay cambio sin desaparición. Respetar el viejo mundo como algo viejo y que no volverá a suceder y abrazar y crear un nuevo mundo donde no exista la desigualdad, al menos no de la forma en la que la cultura hasta el momento la ha concebido.
Cambiar un amo fascista por un amo teológico no es un buen acuerdo para la Izquierda y de ahí parte su gran derrota frente a una Derecha cada vez más libre, más fuerte y que carece de control sobre lo políticamente correcto.
La corrección política que servía a la Izquierda de medio de control y censura hacia la derecha, se usa ahora en su contra por parte de la Derecha para censurar y cazar a la Izquierda, y la respuesta identitaria e ideológica que ofrece la Izquierda carece de sentido y resulta tibia, porque el debate y la polémica son inútiles frente a paredes del plomo neofascista.
Hoy es el momento, es la hora de posicionarse o entraremos en un espacio de no retorno, y cuando vengan las huestes de atenienses imperialistas a doblegarnos pediremos ayuda a los espartanos que traerán otro tipo de dictadura. Cuando eso suceda, nos preguntaremos ¿Dónde estuvo el muro de la Izquierda para frenar esto? ¿En qué momento nos vimos tan acorralados y fuimos tan estúpid@s que no tuvimos más opción que escoger entre dos bandos dictatoriales?